27 diciembre, 2010

Char Aznable


Él alucinaba con robot gigantes como los que aparecen en nuestras historietas, decía enfrentarse a algún Amuro del futuro en donde luchaban por la libertad de su nación espacial,

Su spad XII nos recordaba al avión del mítico Barón rojo por su tonalidad escarlata, pero su emblema escondía la cruz báltica por un signo extraño que le mando a pintar, aun así su fama era en la tierra y no en los aires, donde se confundía con hombres rebeldes en ves de buenos soldados. Nuestro emperador nos mando a luchar como todos los días, los enemigos de nuestra patria debían caer, pero ¿qué podía hacer una escuadra de aviones oxidados de la primera guerra contra las versiones de este año? Un Mitsubishi Zero japonés podía derribarnos sin tener que despejar, aun así los aliados temblaban al ver caer a sus compañeros ante la “chatarra” que él piloteaba.

Char era un hombre descontextualizado, pero valía la pena seguirlo en la batalla, y su fama creció luego de su primera misión, de 10 aviones, tan antiguos como el suyo, solo Aznable volvió, derribando a los 5 aviones enemigos prácticamente solo, las pruebas, los aviones destrozados en el campo de batalla y un sobreviviente fueron suficientes para darle la cruz.

Nunca acepto poner el emblema patrio en su nave, pero éramos una entidad paramilitar, llevarla no era necesario, y pronto su avión fue reconocida como enemiga ante los P-40 norteamericanos. Cada vez que él salía a combate, los aliados se retiraban, tenia miedo de una antigüedad de museo, levemente modificada.

Luego de la primera misión su Spad fue mejorado, se dice que el mismo Hitler reviso las mejoras, aceptadas por Char, que le harían a la nave, una nueva ametralladora, un motor nuevo y un tanque de gasolina reforzado. SU nave podía mantenerse en combate tanto como los aviones ingleses, era rápido como los japoneses y destructivo como los alemanes. Él era el mejor piloto que las tierras frías del norte de Alemania podían darnos.

Pero no podía vivir para contar su historia, en su ultima misión un ejercito entero lo cerco, eran más de 30 aviones recién salidos de la fabrica, con los mejores pilotos que la puta madre Rusia podía tener, una mierda al lado de nuestros novatos, pero ellos estaban dispuestos a todo. Char derribo a más de la mitad de ellos, la otra mitad se lanzo como soldados Kamikazes japoneses sobre él, perdió sus alas pero siguió disparando, el escuadrón de apoyo vio como se quemaba su cola mientras destrozaba a un enemigo por ultima vez.

Nunca se encontró su cuerpo, ni siquiera su avión, aun así nuestro comandante supremo, Hitler, tomo una de las avionetas del museo aéreo alemán, y la convirtió en el avión de Aznable. Antes de que los rusos llegaran a Berlín, aquella nave permanecía a la vista de todos, en la entrada este de la ciudad.

01 diciembre, 2010

Tenías razón.


- Ahora entiendo todo. – Luego de varios días sin hablarnos, luego de pasar por alto las declaraciones de guerra, luego de haber pasado a su lado, Él solo me dijo, como susurrándoselo al mundo, que creía entenderlo todo.

- No. No lo entiendes.

- Sí, ahora entiendo lo tuyo con…. – No podía dejarlo hablar más

- No. Tú eres tan idiota, tan creído, tan escupido que no lo entiendes. – Sentí como mi mano derecha se cerraba en un puño pocas veces visto por mis manos, sentí como el sonido de las cadenas rompiéndose me indicaba que Ángelus se escapaba desde mi interior.

- Si algo no te gusta lo único que haces es correr. – ¡Mentira! Pero su respuesta a m media vuelta, dándole la espalda una vez más me dolió, aun así estaba de espaldas hacia él. – Corres como ahora. ¡Huyes!

Estaba hastiado, Él era un idiota en estos momentos, Él creía que el universo giraba a su alrededor, Él no tenia ni idea del peso sobre mis espaldas, Él no sabia como era vivir para tres, y no ser ni uno. Me di la media vuelta otra vez nuestras frías miradas se golpearon, el primer movimiento de esta guerra fueron nuestros ojos luchando en el vacío.

- En algo tienes razón. Trato de evitar esto, pero tú te mereces conocerme/nos. – Una doble voz salio de mi garganta, fue un Nos que reclamaba desde mi interior, un Nos que me corregía.

Él me miro, vio como lentamente, en un pestañeo, como la tonalidad de mis ojos de azul cielodespejado cambiaban a un azul tormenta. Vio como me inclinaba hacia mi izquierda, Él sabía que era siniestro, que todo mi cuerpo le indicaba un golpe desde mi lado zurdo, pero mis dedos solo entraron en mi bolsillo, tomaron mi querido cartonero, todo en

un eterno segundo, mi cuerpo inclinado lan

zaba un puñetazo desde el otro alguno, mi derecha arremetía con toda su fuerza a la mandíbula inocente de Él, su único golpe de respuesta el retroceso de mi ataque lo atrapaba desde la muñeca, lo detenía un instante mientras el primer impulso lo halaba hacia mí mientras la hoja de mi arma le cortaba el antebrazo, mientras su sangre me manchaba goteando al piso. A nuestro alrededor todo se paralizaba, nadie me había visto alterado, ni siquiera sutilmente enojado, para todos en ese lugar era una cruel sorpresa presenciar mi embestida.

Pero Él es igual a nosotros, el era un Berserker, un par de cortes en los brazos no nos detendría, ni a Él ni a nosotros, ni uno ni los cientos de cortes que recibió mientras yo continuaba sin detenerme desde el primer impulso, desde el primer movimiento, desde que me incline hacia la siniestra.

- Lo siento, pero tú querías entender.

- Con esto no solucionas nada.

- Pero con tu sangre evito tener que habl

arte otra vez, evito momentos incómodos, evito muchas cosas, como repetir esto otra vez.

Otra centena de golpes o cortes, a sus brazos, a sus piernas, a su pecho, a su rostro, a su alma, sentía como se rompían sus huesos, como se reventaban sus ojos, como su piel de desprendía de su cuerpo.

Recordé mi odio hacia Ella, mi odio hacia Él, contra ese maldito negro, contra Rat, contra, contra las que nos acusaron de ladrones, contra el mundo entero, cada golpe era una ofensa tomada como broma para que no hiriera, una ofensa contra mi o mis seres queridos, incluso contra quienes odiaba.

- ¡BASTA!

Debo admitir que no me percate, pero Él había caído al piso hace muchos golpes atrás, y algunos huesos rotos, alguno de los trozos de carne en el piso, eran de Ella, había destrozado sus pequeños senos, mi hoja había sido su desfloración, Ella yacía aun de pie, con el rostro mirando fijamente al piso, al charco de sangre, pidiendo las disculpas que debió darme hace mucho, Él estaba aun con vida, agonizando pero manteniendo su ultimo aliento, yo estaba agotado, desde el primer golpe, pero con ganas de seguir, Ella esta muerta.

- ¿Ahora entiende todos?... – Un silencio, nadie lograba entender. – Yo no corro, no escapo, no huyo, al contrario, los alejo del peligro, los dejo escapar, les dejo huir sin saber de qué.

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