Es increíble mi descubrimiento, porque los ángeles me han condenado, me han llamado mascota sin saber quien lleva la correa, pero eso no importa, porque hasta los ángeles caen al lugar donde Dante caminó.
Me han ofendido aquellos ángeles que creen ser dignos de la mirada de su dios de papel, pero ¿Quién es más digno? Ellos son soberbios, critican sabiendo que Juana esta bajo tierra, hablan de hombres que no pueden blandir su mandoble contra ellos, pero olvidan que las vírgenes no solo están para darles alabanzas. Ángeles, cuídense de esas lluvias que quema sus frágiles alas y no se preocupen tanto de orar. Yo, yo no puede decir eso, yo ya estoy vestido con plomo dorado, aun así doy mi otra mejilla… Lastima que cuando la sangre deje de brotar ni sus disculpas apaciguaran a la pobre alma encerrada en Andrómeda.
Pero no debo sacrificar en la hoguera a todas esas imágenes mal pintadas en el techo de aquella capilla, pero no debo criticarlas, ellas solo son sublime obra de un grupo de locos que no saben lo que hacen… Padre, perdónalos… yo no puedo hacerlo.
Entonces pensé en convertirme en uno de ellos, pero ninguno vale la pena, prefiero seguir riéndome con aquella niña durmiendo apoyada en la puerta de conejo lunar mientras dos ogros las manoseaban a través de imágenes digitales. Prefiero llevar los estandartes que al entras a sus templos escondí bajo mis ropas… Olvide que mi obligación es destruir a Troya mientras mi hermano se enamora de una diosa marina, olvide que el cuervo no va a ser el maestro de aquel pobre lobo gris.
Y tu ninfa, ¿realmente llevas mis dos monedas de plata? Creo que Cesar me ha invitado a mi a sus bacanales antes de que ese dios que tanto veneras se dignara a mirarte… ¿Ahora debo ocultar tus deseos de volverte judía? Lo siento… Acabas de encontrarte a un hijo directo del ese capitalismo que tanto detestan en mi circulo de enemigos… lo siento solo busco conseguir el dinero para comprar algunos esclavos en las costas de Brasil… lo siento solo quiero comprar a esa negra de piel blanca que duerme apoyada sobre un póster de quien sabe quien.
Pobres querubines vuelven a tentar mi revolución, mientras unos ojos ciegos me miran mientras demuestro que soy humano y sufro igual que Uds. en esas maquinas a base de palancas… Quien sepa cual es mi pecado que no dude en lanzarme la primera fragmentada al rostro… Pobres, he leído tanto sus enseñanzas que ya no tienen que decir en escenario… Pobres, sus besos son igual que los dados por un computador, fríos.
Cuidado con mirarme desde el otro lado del escaparate, yo soy quien realmente los juzgará, o ¿acaso se olvidan, mis dulces duques, quien es el futuro rey?
